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Me llamo Narangerel, nací y crecí en Ulán Bator, Mongolia mi padre, mi hermano menor y yo servíamos en el Ejército.
Durante esa época podía comprar lo que yo quisiera.
Y me gustaba salir a beber con mis amigos. Eso me hacía sentir bien, a veces hasta me sentía feliz y satisfecha con mi vida. Pero pronto regresaba a mi realidad. Una de mis mejores amigas, empezó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová.
Con frecuencia me hablaba de Jehová y me daba unos breves impresos, pero yo nunca los leía.
Un día me sentía realmente triste y me entró la curiosidad por saber qué decían esos impresos.
Así que decidí leerlos, me encantó lo que leí deseaba saber más, así que llamé a mi amiga y le pregunté, ¿podrías por favor hablarme más de la Biblia?
Así fue como empecé a estudiarla y a asistir a las reuniones.
En una reunión se dijo: “Jehová, Dios escucha y contesta las oraciones de sus siervos”.
Esas palabras me llegaron al corazón.
De modo que decidí aprender más sobre Jehová, cultivar una relación personal con él y adorarlo.
Le dije a mi padre que dejaría el Ejército. Y, por supuesto, él no quiso apoyar mi decisión, hizo todo lo posible por detenerme.
Me sentí triste por decepcionar a mi familia, pero yo realmente amaba a Jehová, nunca me arrepentí de aquella decisión.
Pero había otro obstáculo que superar, vivía con mi novio, pero a él no le interesaba conocer a Jehová.
Yo amaba a Jehová, pero también amaba a mi novio, y no quería perder a ninguno de los dos.
Así que oré a Jehová y le dije: “por favor, ayúdame, necesito legalizar mi relación para poder servirte”.
Hice todo lo que pude, pero mi novio me dijo: “si no abandonas esa religión, nunca me casaré contigo”.
Más tarde me dijo que se iría al extranjero y me pidió que me fuera con él, para ser honesta, llegué a pensar en irme con él casarme y después hacerme testigo.
Pero le oré a Jehová para pedirle que me ayudara a tomar la decisión correcta
Entonces me di cuenta de que tenía que terminar aquella relación, pues mi novio no quería casarse conmigo. Lloré hasta que ya no pude más, de verdad lo amaba.
Pero mi amor por Jehová era aún más fuerte.
Nunca creí que fuera capaz de tomar una decisión como esa.
Me bauticé en marzo de 2008 y en diciembre del mismo año empecé el precursorado regular.
Me asignaron de precursora especial en agosto de 2010. Y actualmente sirvo en la ciudad de Darjan.
Sigo soltera, pero tengo muchos amigos que aman a Jehová y se preocupan por mí.
Ahora mi autoestima se ha fortalecido. Estoy convencida de que la felicidad y la verdadera satisfacción provienen de trabajar con Jehová, de servirle.